EL DADOR by Lois Lowry

EL DADOR by Lois Lowry

Author:Lois Lowry
Language: es
Format: mobi
Tags: sf
Published: 2011-12-17T13:09:21.061844+00:00


Capítulo Trece

Pasaron días y semanas. Jonás aprendió, a través de los recuerdos, los nombres de los colores; y entonces empezó a verlos todos en su vida corriente (aunque sabía que ya no era corriente, ni lo volvería a ser nunca). Pero no duraban. Había, por ejemplo, un atisbo de verde en el césped plantado alrededor de la Plaza Central o en un matorral a la orilla del río. El naranja intenso de las calabazas que venían en camiones de los campos agrícolas que había más allá de la Comunidad: se veía durante un segundo, el destello de color brillante, pero luego se apagaba y las calabazas volvían a tomar su aspecto plano, sin matices.

El Dador le dijo que tendría que transcurrir mucho tiempo antes de que viera los colores permanentes.

—¡Pero yo los quiero! —dijo Jonás, enfadado—. ¡No es justo que nada tenga color!

—¿Cómo que no es justo? —el Dador miró a Jonás con curiosidad—. Explícate.

—Pues...

Jonás tuvo que pararse a pensarlo bien.

—¡Si todo es igual, no se puede elegir! ¡Yo quiero despertarme por la mañana y decidir cosas! ¿Una túnica azul o roja?

Y se miró, miró al tejido incoloro de su ropa.

—Pero todo es igual siempre.

Entonces se rió un poco.

—Ya sé que no es importante lo que uno lleve puesto. No importa. Pero...

—Elegir es lo importante, ¿no? —preguntó el Dador.

Jonás asintió.

—Mi hermanito... —empezó a decir, pero rectificó—. No, eso es inexacto. No es hermano mío, en realidad. Pero este Nacido que mi familia cuida..., que se llama Gabriel...

—Sí, ya sé lo de Gabriel.

—Bueno, pues está justo en una edad en la que aprende muchísimo. Agarra los juguetes cuando se los ponemos delante; mi padre dice que está aprendiendo el control de los músculos menores. Y es verdaderamente simpático.

El Dador asintió.

—Pero ahora que yo veo los colores, por lo menos a veces, estaba pensando: ¿y qué pasaría si le pudiéramos poner cosas que fueran muy rojas o muy amarillas y él pudiera escoger? En vez de la Igualdad.

—Que podría escoger mal.

—¡Ah! —Jonás se quedó callado unos instantes—. Ya, ya veo lo que quiere decir. Para un juguete de Nacido no importa' ría. Pero después sí importa, ¿no es eso? No nos atrevemos a dejar que la gente escoja.

—¿No sería prudente? —sugirió el Dador.

—Desde luego, no sería nada prudente —dijo Jonás con convicción—. ¿Y si se les dejara escoger a su cónyuge y escogieran mal? ¿O si —continuó, casi riéndose de semejante absurdo— escogieran su trabajo?

—Asusta, ¿verdad? —dijo el Dador.

Jonás rió entre dientes.

—Asusta mucho. No me lo puedo ni imaginar. Es verdad que hay que proteger a la gente de la posibilidad de escoger mal.

—Es más seguro.

—Sí —reconoció Jonás—. Mucho más seguro.

Pero cuando la conversación pasó a otras cosas Jonás se quedó, aún, con un sentimiento de frustración que no entendía.

Ahora se sorprendía a menudo enfadado: irracionalmente enfadado con sus compañeros de grupo, porque estaban satisfechos con unas vidas que no tenían nada de la vibración que la suya estaba adquiriendo. Y enfadado consigo mismo, por no poder cambiar esa situación.

Lo intentó. Sin



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